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¿Conoces mi último libro?

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Sahara, sangre y olvido.

Está visto que Marruecos no está dispuesto a ceder ni un ápice en lo que respecta a la independencia del antiguo Sahara español, y no ha dudado a entrar a saco contra el campamento que tienen instalado en El Aaiún los activistas saharauis. El ejército y civiles paramilitares promarroquíes han arrasado el campamento desde el que se solicitaban mejoras sociales, habida cuenta que se había convertido en una auténtica patata caliente para el régimen. 

Ahora podemos cargar nuestras plumas contra Marruecos, por su violenta anexión del Sahara, debido principalmente a la existencia de las preciadas minas de fosfato, pero no podemos olvidar que el responsable último de todo este gran follón no es más que España.

España, que en el momento de dejar el Sahara, por un lado negociaba con los saharauis un futuro libre mientras que por el otro, simultáneamente, negociaba la repartición del territorio con Marruecos y Mauritania, tiene mucho a decir, aunque no quiera decirlo. Los saharauis les solicitan apoyo al gobierno y a la Unión Europea, pero partiendo de la base que España es el primero en que no le interesa meterse en el avispero, dificilmente va a ayudar en nada.

España abandonó a su suerte un territorio español de pleno derecho (el Sahara Occidental era una provincia española, no una colonia), simplemente para evitar que el estado español diese, de motu propio, la independencia a una parte de su territorio, lo cual crearía un peligroso precedente ante el independentismo vasco y catalán. De esta forma, si te he visto no me acuerdo, y deja por malos a los marroquíes cuando simplemente están defendiendo sus intereses en una zona cedida de facto por los españoles.

Los saharauis molestan a los marroquíes, a los argelinos, a los mauritanos y, sobretodo a la diplomacia española. Es por eso que se defiende con extrema tibieza la situación de los refugiados, se permite posponer ad eternum el tan manido referendum de independencia y se hace la vista gorda a todas las tropelías marroquíes en aquella tierra antaño española.

Ahora, Marruecos ha puesto fin a una situación molesta para poder aplicar una censura informativa total que le permita acallar las protestas del desierto, y que tanto mal le está provocando a su imagen turística y en sus relaciones exteriores con el resto del mundo. 

España, aunque hayan sido afectados periodistas españoles, tranquilos, que no moverá ni un dedo. No está dispuesta a perderlo por defender algo tan etereo como la libertad y la justicia humana. Las tormentas de arena, por suerte para la diplomacia española y por desgracia para los saharauis, pasan enseguida.

A los saharauis, España no los conoce de nada.

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