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¿Conoces mi último libro?

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Edificis Catalans amb Història (2023)

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La calle Xipreret, el emblemático corazón de L'Hospitalet

Una economía digna de Pep Bou.

Fadesa, el antiguo patrocinador del Deportivo de la Coruña, se ha venido abajo con la facilidad que desmorona un castillo de naipes. La cultura del tocho ha colapsado y la burbuja inmobiliaria ha estallado como si fuera una supernova. Ahora hay que ponerse casco, porque la lluvia de cascotes justo acaba de comenzar y hasta que no acabe no podrá empezar la reconstrucción. Pero que nadie se lleve a engaño, que por mucho que vuelva, la hostia está siendo de tal calibre que ello impedirá durante cierto tiempo a volver a ser lo que fue hace pocos años.

En este país, sobretodo con el advenimiento del PP al poder, comenzó a inflarse una burbuja especulativa inmobiliaria que todo el mundo preveía que explotaría, pero que curiosamente no movilizó a nadie para evitar que lo hiciera. ¿Por qué? Simplemente porque los que podían hacerlo no estaban interesados en hacerlo y, seamos francos, no se esperaban que la caída fuera tan dura.

A principios de la primera legislatura del PP, se modificó la ley de financiación local y dejó a los ayuntamientos sin recursos propios y se les obligó a depender de las subvenciones estatales y de las contribuciones de las viviendas (IBI) de la población. Si a eso juntamos un periodo económico relativamente favorable, las ganas de sacar provecho de sus tierras por parte de los terratenientes, la harina que se pega a las manos de los funcionarios públicos, el auge del turismo y el boom de la inmigración, ya tenemos todo el cóctel con que fabricar una burbuja del tamaño de una casa -imitando las que hace Pep Bou- y exactamente con la misma fragilidad.

Los diferentes gobiernos podían haber puesto remedio, limitando los proyectos -muchos de ellos faraónicos- y las recalificaciones de suelo que se hicieron por doquier para atender una demanda que en realidad no existía más que en la mente calenturienta de especuladores empedernidos, pero es muy difícil tener perspectiva cuando se es juez y parte a la vez y, como buenos españoles, lo que predomina es la improvisación. Cerrar los ojos y rezar un padrenuestro para que no sea muy fuerte la castaña es la política que se ha seguido.

Por desgracia, la crisis ha venido por una parte que nadie esperaba, por el financiero. Los bancos se han metido hasta el cuello de deudas, en una alegría crediticia sin precedentes confiando en no-se-que. Los EE.UU. -la superpotencia- por su parte, ha empezado a hacer aguas gracias en parte a la guerra de Irak, que está arruinando la sociedad gracias a una hemorragia económica que solo ha beneficiado a los cuatro amiguetes de los colaboradores de Bush. Los Bancos yanquis se han quedado sin líquido y llevan un año haciendo temblar la economía mundial dependiente como ha sido siempre del dólar.

Este temblor ha movido la mesa sobre el que se monta el castillo de naipes español, cuando todo el mundo esperaba que fuera su propia fragilidad la que lo hiciera caer, pero confiando en la solidez del sector bancario, justamente lo que ha fallado estrepitosamente.

En España, encima, la dependencia de la construcción ha hecho que la crisis sea muchísimo más fuerte que para otros países europeos que no dependieron tanto del "tocho", que están sobrellevando el temporal con bastante mejor dignidad que en la Piel de Toro y que aprovecharán la tirada para sacarnos aún más ventaja. En fin...

Se dice que las funerarias son las únicas que crecen en época de crisis. Pues no es por alarmar, pero Funespaña ha perdido un 45'30% de su valor en Bolsa en el último año.

Madrecita que me quede como estoy.

Solidez económica española

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